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A partir de ese momento la actitud de Carlos cambió completamente, se volvió demasiado irascible, como se diría en la jerga militar “un teniente come mierda”. Casi no se presentaba en su pelotón y cuando lo hacía solo era para ponerlos a voltear y recordarles mediante discursos con tinte de campaña presidencial, quienes eran y que habían venido a hacer en el ejército. Su apetito era mínimo, casi nunca se le veía por el rancho a la hora de comer, se la pasaba en su cuarto, recostado en una hamaca guindada entre 2 viejas vigas mirando al horizonte y divagando sobre su ideal de patria. Al parecer su apetito era saciado por ese odio que se gestaba cada vez más en su interior y que estaría próximo a hacerlo cometer un acto impensable.



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