Para ese entonces Carlos e Isaías llevaban mucho tiempo haciendo parte de las autodefensas. Habían pasado de ser comandantes de pelotón a ser comandantes de bloque con más de 1500 combatientes en sus filas, Aquellos bloques eran unas máquinas de guerra y de terror que solo dejaban muerte y destrucción a su paso. Masacraban pueblos enteros, quemaban veredas y ejercían el asesinato selectivo a quien ellos creían que simpatizaba o pasaba información a la guerrilla. Su fanatismo por lo que hacían se les había salido de las manos, hasta tal punto, que todo lo justificaban con el hecho de que estaban haciendo de Colombia una mejor patria. Sin embargo, estaban tan ocupados en sus menesteres que aún no les había llegado la noticia que lo cambiaría todo.
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